SUBIENDO LA MONTAÑA CON EL PADRE PÍO

LAUREANO BENÍTEZ GRANDE-CABALLERO

Editorial San Pablo, 2021

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Una montaña de gracias

 

El presente libro es el quinto que le dedico a la figura de mi admirado Padre Pío de Pietrelcina, y tengo la absoluta certeza de que no será el último, por la sencilla razón de que cuanto más ahondo en este extraordinario personaje más historias tengo que contar, más descubrimientos hago, más novedades encuentro, hasta el punto de que he llegado a la conclusión de que es totalmente imposible pretender abarcar la vida y enseñanzas del Santo del Gargano.

En el primer libro, publicado en 2004 y que ya lleva 14 ediciones[1], recogí una breve semblanza del itinerario espiritual del Santo, de manera casi biográfica, seleccionando y comentando palabras del mismo Padre Pío sobre los principales temas de la espiritualidad cristiana. Su formato final fue el de un libro de bolsillo, muy apto para la iniciación al conocimiento del Padre Pío, algo así como un breviaruo sobre su vida y su obra.

Una vez que ya me inicié en la vida y obras del Santo de Pietrelcina, conseguí una mayor documentación, lo cual me llevó a acometer un proyecto más ambicioso, en el que profundicé en los mensajes del Santo para la Iglesia y para el mundo de hoy, resultando un libro donde se expone con la mayor claridad posible la extraordinaria misión del Santo en los tiempos actuales. Sin duda, es mi mejor obra sobre el Santo[2].

En el tercer libro[3] recopilé una parte de los innumerables milagros del Padre pío, pues hasta entonces había intentado esquivarlos, con la intención de que sus extraordinarios carismas no opacasen la enorme importancia de la espiritualidad del Santo, soslayando el peligro de que los «efectos especiales» de los milagros restaran atención al itinerario de santificación del Padre Pío.

Como buen franciscano que era, si a eso se le añade su larga vida, las innumerables personas con las que contactó, y su carácter socarrón, el resultado final es que el Padre Pío también tenía una gran cantidad de «florecillas» que era necesario recoger en un nuevo libro[4], un conjunto de anécdotas y de historias de cada día que, sin el toque milagroso de las historias expuestas en el libro tercero, nos revelan, sin embargo, sus opiniones y sus comportamientos ante las diversas circunstancias de la vida diaria y cotidiana, por lo cual estas historias más o menos anecdóticas conforman un modelo, un ejemplo para nuestra vida en el mundo.

Y ahora, en estos tiempos de gran turbulencia que estamos viviendo, cuando estamos ya plenamente inmersos en el fin de los tiempos, cuando una enorme marea de sufrimiento está empezando a arrollarnos desde las cavernas del Tártaro, sentí la necesidad de escribir un nuevo libro, con el propósito de exponer las enseñanzas del Santo como si fueran un programa de dirección espiritual dedicado a cada uno de nosotros, ya que las enseñanzas del Padre pío tienen como vértice y como polo dar un sentido redentor al sufrimiento de cada día, una categoría salvífica a las cruces, a las aflicciones, a las tribulaciones, que se multiplicarán en estos tiempos vestibulares del apocalipsis. Para decirlo de otra manera, en estos tiempos difíciles se hace más necesaria que nunca contar con la ayuda de un director espiritual que nos guíe en medio de las aguas tormentosas, de los áridos desiertos, de las catástrofes y los desastres que se divisan en lontananza.

Esta necesidad se hace más acuciante si se tiene en cuenta que hoy en día es bastante complicado encontrar un buen director espiritual, en parte debido a la tibieza que debilita la fe de muchos creyentes actuales, y en parte porque resulta a veces complicado encontrar un sacerdote que nos inspire plena confianza y esté dispuesto a comprometerse en esta labor.

Y, por supuesto, como ocurre con todo lo libros que he dedicado al Santo, también emprendí la labor de escribirlo guiado por una voz interior, por un llamado que venía de dimensiones superiores, llamado que no admitía dilaciones ni rechazos, hasta el punto de que lo experimenté como una exigencia, una tarea a la que me era imposible negarme.

Así pues, en este libro voy a intentar que todos los que lo lean se sientan dirigidos espiritualmente por el Padre Pío, experimentando sus enseñanzas en la intimidad de su alma, sintiendo que es a cada uno de nosotros a quien van dirigidas las palabras del Santo, que es él quien nos lleva de la mano por los ásperos senderos de la santificación. En una palabra, querido lector, deseo ponerte a los pies de nuestro amado Santo, para que te dejes guiar por él, para que imponga sobre tu cabeza sus manos estigmatizadas, para que con su mirada compasiva conduzca tu alma por el camino de la verdad y de la vida, hacia la Patria Celestial.

El camino de la santidad es un sendero áspero, un camino lleno de dificultades, abrojos y malezas, pero, confiados en la ayuda de tan excelso director espiritual, podemos marchar tranquilos, seguros de que no nos faltará jamás su ayuda, su dirección y su intercesión.

Este camino se ha comparado muchas veces a la ascensión a un monte, que para el Padre pío es el Calvario, el Gólgota donde experimentaremos a la vez el flagelo y la dulzura de la Cruz, pero que finalmente nos llevará al anunciado Tabor, donde nuestra alma transfigurada se deleitará bajo el torrente de delicias de nuestro amado Señor.

El Padre Pío es el Santo del Gargano, de ese saliente montañoso de la «bota» italiana ―de la que viene  ser su «espuela»― una región que se enclava en la «Italia profunda». San Giovanni Rotondo está situado en esta estribaciones montañosas, de manera que ir a ver al Padre Pío era subir una montaña, lo cual, metafóricamente, equivale a decir que equivalía a emprender el escarpado camino de la santificación personal, de la conversión definitiva a las verdades de la fe.

«Muchos, muchos tuvieron la fortuna de estar cercanos al Santo del Gargano, de respirar el perfume de la acción regeneradora del fuego de la conversión, surgido de aquella montaña levantada en las altas cumbres del espíritu»[5].

Subamos, pues, la montaña de la santidad, teniendo al Padre Pío como guía, como director espiritual. Y nunca olvidemos lo que le dijo el Santo del Gargano a Cleonice Morcaldi, cuando ésta se quejaba de las asperezas del sendero espiritual: «Estás sepultada sobre una montaña de gracias».

Es un sendero abrupto, pero podemos tener la confianza absoluta de que será fructífero, porque, como el Padre Pío dijo, «Tú les dirás a todos que, después de muerto, estaré más vivo que nunca. Y a todos los que vengan a pedir, nada me costará darles. ¡De los que asciendan a este monte, nadie volverá con las manos vacías!».

 


[1] LAUREANO BENÍTEZ GRANDE-CABALLERO, Orar con el Padre Pío, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2004, 14 ediciones.

[2] LAUREANO BENÍTEZ GRANDE-CABALLERO, El Padre Pío: mensajes del santo de los estigmas, San Pablo, Madrid, 2014, 3 reimpresiones.

[3] LAUREANO BENÍTEZ GRANDE-CABALLERO, El Padre Pío: hechos extraordinarios del santo de los estigmas, Desclée de Brouwer, 2015, 2ª edición.

[4] LAUREANO BENÍTEZ GRANDE-CABALLERO, Historias del Padre Pío: relatos, anécdotas y testimonios del santo de los estigmas, San Pablo, Mdrid, 2018, 2ª edición.

[5] CLEONICE MORCALDI, En el descanso de Dios, p. 7.